Relato de una Iniciación...


“.......EL Maestro nos hace presenciar la Iniciación de un compañero de grupo...” “... Aunque aparentemente me hallaba solo en aquel “lugar” donde iba a tener efecto la Iniciación de nuestro hermano de grupo, sabía con profunda certeza que eran muchos los iniciados y discípulos de los distintos Ashramas que estaban "allí" y que asistían como yo a aquella ceremonia iniciática, contribuyendo más o menos directamente al desarrollo de la misma. Nada me era posible ver en aquella primera fase de contacto, excepto una gran cantidad de puntos luminosos de distintos colores, simétricamente distribuidos y tejiendo y destejiendo figuras geométricas en medio de aquellas ráfagas de luz que como olas de vida universal iban llenando la inmensidad de aquel "recinto sagrado".

Pero al dirigir la atención hacia el lugar que intuitivamente sabía que debía ocupar el HIEROFANTE (Iniciador), pude apreciar claramente que se trataba de Cristo. Por algún tiempo, durante el período preliminar de aquella ceremonia pude contemplar su radiante silueta destacándose nítidamente dentro de un fondo de luz insolada. Más tarde, todo desapareció de mi vista, todo pareció esfumarse para mi limitada visión, debido quizás al hecho de que mi percepción interna no me permitía "penetrar" todavía ciertos aspectos de aquel ritual sagrado. Me sentía profundamente penetrado, sin embargo, del augusto secreto que en aquellos momentos se estaba revelando y podía ver claramente a mi hermano de grupo, el candidato a la iniciación y trataba de compartir en la medida de mis fuerzas la responsabilidad infinita de aquellos momentos inolvidables. De vez en cuando, una ráfaga de percepción me permitía abarcar el conjunto formado por el Cristo, los dos maestros que apadrinaban al candidato y a éste en el centro del Triángulo formado, por los Tres.

La Luz se había adueñado de todo el "lugar", o "recinto", pero del fondo intensamente iluminado continuaba destacándose la Luz de Cristo, que resplandecía de manera tal que la propia Luz del lugar quedaba como oscurecida. Pude ver en ciertos momentos recortándose muy definidamente de todo aquel océano de Luz, no su Faz resplandeciente, sino la inmaculada estrella de cinco puntas, el símbolo sagrado de Cristo, que representa la perfección del Hombre, la unión de los aspectos divinos de Voluntad e Inteligencia dentro de un Centro de Amor infinito, la fusión de los dos Sonidos creadores, o Mantras sagrados el doble OM y el triple AUM dentro del eterno marco de la evolución planetaria. Y sentí mi corazón profundamente sobrecogido por la inmensidad de aquel Misterio de Unión inenarrable.

La estrella de Cristo irradiaba una Luz que dejaba oscura la propia luz, magnificente sin embargo de aquel lugar sagrado donde se estaba realizando aquella trascendente ceremonia. Pude comprender entonces directamente y sin intermediarios, el significado exacto de aquellas frases esotéricas: "Dentro de la Luz verás la LUZ" y "Cristo, la LUZ del mundo", perdidas antaño en el laberinto de las ecuaciones mentales. Y mi corazón resplandeció de gozo.

Hubo un momento cumbre durante el desarrollo de aquella experiencia iniciática en que la propia luz de Cristo palideció cuando una Luz todavía mayor "invadió" o se posesionó del lugar, llenando de un dinamismo indescriptible cada una de las partículas de luz que se estaban liberando a través del ritual mágico. Esta invasión de la potencia ígneo-eléctrica de Shambala tuvo lugar inmediatamente, del corazón de la estrella del Cristo se elevó hacia el Altísimo la sustancia del Verbo solar en aquellas sacramentales palabras: "PADRE, HAGO ESTO EN TU NOMBRE". La respuesta inmediata fue la aparición de un Círculo más luminoso que toda posible LUZ, puesto que irradiaba directamente del propio SANAT KUMARA, el Señor del Mundo.

La estrella del Cristo de un brillo intensamente azulado en aquellos momentos, resplandecía indescriptiblemente dentro de un círculo de luz dorada, cuya intensidad, belleza y dinamismo están más allá de toda descripción. Hubo otro momento, mientras la ceremonia se acercaba a su culminación, en que el dotado círculo desapareció de mi vista para adoptar la forma de una estrella de nueve puntas que irradiaba sobre la estrella del Cristo la extraordinaria potencia del fuego de Shambala. Comprendí entonces el alcance universal de aquella afirmación esotérica, presente en el ánimo de todo verdadero discípulo; motivo de tantas y tan profundas reflexiones: ..... A los Pies del Único Iniciador y viendo brillar Su Estrella... La estrella de Sanat Kumara, símbolo de Sus nueve perfecciones -tal como místicamente se menciona- derramando sobre la estrella del Cristo el terrible poder del Fuego Eléctrico, era la infalible e irrefutable prueba de que el candidato a la iniciación, nuestro hermano de grupo, había sido admitido dentro de los Misterios sagrados de la Gran Logia Blanca del Planeta.

Esta transmisión de Fuerza se realizaba lógicamente por medio de los Cetros de Poder, una prolongación del "Dedo del Señor", -tal como podemos leer en los libros sagrados del Antiguo comentario- y entrañaban para el Iniciado el Poder de la Eterna Resolución. Los Maestros que apadrinaban a nuestro hermano constituían, como en el caso de la electricidad corriente, los dos polos, positivo y negativo de la misma, en el centro de los cuales le era posible al recién iniciado mantener en equilibrio estable sus vehículos sutiles y recibir sin peligro la fuerza liberadora, aunque extremadamente peligrosa del Fuego eléctrico de la Deidad planetaria. Mientras tanto, un grupo especial de Devas protegían el cuerpo físico de nuestro hermano de grupo, sumido en profundo sueño, en el lugar previamente elegido por el maestro".......

Ser un iniciado exige todo el poder de cada uno de los aspectos de nuestra naturaleza. No es una tarea fácil. Afrontar las pruebas inevitables que enfrentaremos al hollar el sendero que Cristo recorrió, requiere un excepcional valor. Para colaborar sabia y sensatamente con el Plan de Dios y fusionar nuestra voluntad con la Voluntad divina, debemos poner en actividad no sólo el más profundo amor de nuestro corazón, sino también las más agudas decisiones de la mente. La iniciación debe contemplarse como un gran experimento. La iniciación es, por lo tanto, una realidad y no una hermosa visión fácilmente lograda, como pareciera establecerlo tantos libros esotéricos y ocultistas. La iniciación no es un proceso que alcanza un individuo cuando ingresa en ciertas organizaciones y que sólo puede comprenderse ingresando en tales grupos. La iniciación no tiene nada que ver con sociedades, escuelas esotéricas u organizaciones. Todo lo que pueden hacer es enseñar al aspirante ciertas, bien conocidas y fundamentales, "reglas del camino", y dejarlo que comprenda o no, según se lo permitan su ansia y desarrollo, y que atraviese el portal, si su equipo y su destino se lo permiten.

Los iniciados del mundo se encuentran en toda nación, iglesia y grupo, donde haya hombres de buena voluntad activos y donde se preste un servicio mundial. Los grupos esotéricos modernos no son los custodios de las enseñanzas de la iniciación ni es su prerrogativa preparar al individuo para este desarrollo. La mejor enseñanza sólo puede preparar a los hombres para la etapa del proceso evolutivo denominado Discipulado. El camino al lugar de la iniciación y al Centro donde se encuentra Cristo, es el camino del alma, el camino solitario de la propia desenvoltura, desapercibimiento y disciplina. Es el camino de la iluminación mental y de la percepción intuitiva. Esto fue bien explicado hace muchos años y decía:

"Sin embargo, la verdad es que el hombre inteligente hace del mundo su propia cámara de iniciación, y de la vida misma el umbral de los misterios. Si un hombre puede manejarse a sí mismo con perfección, puede manejar todo lo demás. Posee la fuerza. El modo exacto de emplearla es una mera cuestión de detalle. Debemos hacer uso de cada oportunidad que se nos presenta, y cuando nada ocurre tratemos de proporcionarnos nuestra propia oportunidad”.

La iniciación es por lo tanto una serie graduada y positiva de expansiones de conciencia, una creciente y constante percepción de la divinidad y todas sus implicancias.

Vicente Beltran Anglada